09 de julio. El reporte más reciente de la Dirección General de Epidemiología de la Secretaría de Salud federal muestra la gravísima situación que el estado de Oaxaca enfrenta por el incremento de casos de dengue.
Para darnos una idea de lo que ocurre en la entidad baste mencionar que tan solo en una semana, la número 26 de este año, se registraron 255 nuevos casos que representan casi la cuarta parte del total de casos confirmados en lo que va del año.
La situación es mucho más preocupante si se comparan estas cifras con las del año anterior: mientras este año el total de casos confirmados es de mil 53, en 2023 solo se habían reportado 149, lo que implica un incremento de más del 706 por ciento. Por lo que respecta a los casos probables, el año pasado a estas fechas se contabilizaban 2 mil 442, en tanto que este año ascienden a 11 mil 547.
Pero la gravedad del asunto es aún mayor porque la estadística oficial no refleja en toda su magnitud la situación vivimos, pues no considera los casos de los pacientes que son atendidos por médicos particulares.
El problema que enfrentamos en este aspecto es muy difícil, como lo muestra el hecho de que algunos hospitales como el del IMSS y el del ISSSTE de la ciudad de Oaxaca se han visto rebasados por la demanda de atención; pero lo peor aún está por venir, pues la temporada de lluvias aún es joven.
No se trata de ser alarmistas sino de contribuir a crear conciencia en la población sobre la magnitud del problema de salud que estamos viviendo en Oaxaca y en gran parte del país. Desafortunadamente muchas personas no han prestado atención a la información que las instancias de salud emiten al respecto, otras minimizan el problema y no faltan quienes pretenden explicarlo a partir de teorías conspiracionistas, como en su momento ocurrió con la pandemia de Covid-19.
Las autoridades de salud han intensificado las acciones de descacharrización, nebulización y abatización para intentar controlar la proliferación del mosquito transmisor, aunque en muchas ocasiones tienen que hacer frente a las limitaciones presupuestales derivadas de una mal entendida austeridad, así como a la desconfianza de algunos ciudadanos que no permiten el ingreso del personal a sus domicilios por el temor de que se trate de delincuentes.
A nosotros como ciudadanos nos corresponde hacer nuestra parte, que básicamente es la de la prevención, la aplicación de la estrategia “lava, tapa, voltea y tira” para romper la cadena de transmisión y reducir el riesgo de contagio. La prioridad debe ser evitar que el problema se salga de control, que los contagios se incrementen, que la tasa de letalidad aumente y que, en el peor de los casos, tenga un impacto grave en la economía del país por el alto ausentismo laboral y escolar.
Aún estamos a tiempo.
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