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EDITORIAL. Y ahora, ¿quién podrá defendernos?

01 de diciembre.  Este martes, autoridades y habitantes de tres municipios de la Sierra Sur –Santo Domingo Teojomulco, Santa María y San Francisco Sola– se manifestaron de manera violenta en la ciudad de Oaxaca y en los complejos de Ciudad Administrativa y Ciudad Judicial para exigir al Gobierno del Estado obras y recursos económicos.

Durante sus protestas bloquearon vialidades, dañaron vehículos particulares, incendiaron contenedores con llantas, soldaron las salidas de emergencia de Ciudad Judicial para evitar la salida del personal, amarraron a un poste durante dos horas al subsecretario de Concertación Política, Édgar Gandarillas, y golpearon cobardemente a un policía y a algunas mujeres.

Ante estos hechos, el gobernador Salomón Jara Cruz manifestó que no haría uso de la fuerza pública porque su Gobierno nunca reprimirá a ciudadanos que se manifiestan para pedir atención a demandas sociales, ni caerá en provocaciones, sobre todo porque “estamos en tiempos electorales”.

Sucesos como estos se visualizan desde diferentes perspectivas. Por un lado, las autoridades federales, estatales y municipales se resisten a hacer uso legítimo de la fuerza, a pesar de que son las únicas facultadas legalmente para ello, porque no están dispuestas a ser etiquetadas como “represoras”, ya que quienes se manifiestan de manera violenta y cometen toda clase de atropellos contra los ciudadanos, agreden, destrozan y saquean, invariablemente se victimizan y se dicen agredidos.                 

Por otra parte, tampoco se cuenta con fuerzas policiales con la capacitación adecuada para restablecer el orden público sin caer en excesos y violaciones a los derechos humanos; asimismo, debido a una mal entendida austeridad, tampoco tienen el equipamiento necesario. Prueba de ello son los fallidos operativos implementados en 2006 en la Ciudad de Oaxaca y en 2016 en Asunción Nochixtlán.

En la contraparte, en la década de los 90, las fuerzas policiales del entonces Distrito Federal pudieron encapsular y desalojar en un operativo limpio a los maestros que mantenían un plantón en el centro de la ciudad. El que no se registrara ningún hecho de violencia se debió a una estrategia y una preparación adecuadas, además del acompañamiento de personal de Derechos Humanos y notarios públicos. Ahí quedó demostrado que restablecer el orden no necesariamente es reprimir.

Desde la perspectiva de los grupos, organizaciones y ciudadanos que realizan este tipo de acciones “el fin justifica los medios”. Con el falso argumento de que “es la única forma de que las autoridades les hagan caso”, no titubean en afectar, agredir a personas inocentes, dañar el patrimonio del Estado y de los particulares, porque además saben que sus actos no tendrán ninguna consecuencia. Y no les falta razón en esto último porque este tipo de atropellos contra la ciudadanía, invariablemente han quedado en la impunidad.

Por el lado de los ciudadanos, son dos los sentimientos que generan este tipo de hechos: la indignación y la impotencia al ver que no hay autoridad que esté dispuesta a actuar contra quienes atentan de manera impune contra sus derechos, entre ellos el del libre tránsito, a proteger su integridad física y su patrimonio, a preservar la paz y el orden público. Por eso cada vez son más frecuentes las reacciones como la del conductor de una camioneta a la que los manifestantes causaron destrozos en las protestas de esta semana, por lo que los embistió con su vehículo arrollando a diez de ellos. O como el que hace dos años asesinó a balazos a uno de los habitantes de San José Xochixtlán que mantenían tomada la caseta de Huitzo y exigían dinero a los conductores para permitirles el paso.

Por supuesto que estas reacciones no se justifican, pero se entienden ante el enojo y la impotencia de los ciudadanos que se sienten indefensos porque las autoridades no parecen dispuestas a asumir su responsabilidad de protegerlos y garantizar el orden y la paz.

Ante esto, pareciera que lo único que queda es preguntar, como los personajes de la conocida serie de televisión de hace algunas décadas: “Y ahora, ¿quién podrá defendernos?”.

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