11 de julio de 1991. Puntuales, el sol y la luna acudieron a la cita. Con exactitud cronométrica la diosa Coyolxauhqui y el dios Quetzalcóatl se fundieron en la bóveda celeste, cuando faltaban sólo unos segundos para el mediodía.
Miles de personas siguieron con atención el encuentro sideral que fue apreciado plenamente en esta ciudad gracias a que el firmamento permaneció despejado durante el tiempo que duró el espectáculo celeste, con excepción de dos momentos, uno durante la fase parcial y otro durante la totalidad, cuando densos nubarrones provocaron la momentánea frustración de los espectadores al interponerse y ocultar fugazmente a los astros.
Como estaba previsto, a la una de la tarde con 28 minutos y 45 segundos la temperatura empezó a descender; una suave brisa sopló, algunas estrellas emergieron y los animales domésticos buscaron refugio al hacerse de noche en pleno día. Las tinieblas se adueñaron de la ciudad, cuyas actividades se paralizaron durante mucho tiempo antes y después de los cinco minutos con 58 segundos que duró la oscuridad total.
En ese lapso, con una mezcla de emoción, expectación y temor, la gente observó en las calles, las azoteas y los patios el encuentro amoroso de los astros. En algunos puntos de la ciudad las campanas repicaron y estallaron cohetes, saludando así al espectáculo más impresionante y esperado del final del siglo.
Invadidas por una emoción desconocida, algunas personas se arrodillaron; otras lloraron, unas más aplaudieron y algunos ancianos buscaron refugio en el lugar más próximo, mientras duraba la cópula sideral.
A la una de la tarde con 32 minutos y 42 segundos surgió la primera puñalada de luz que marcó el principio del fin de la noche en pleno día que vivió la Mixteca, la legendaria Tierra del Sol. Y a partir de ese momento, el astro rey fue creciendo, recuperando terreno paulatinamente hasta las dos de la tarde con 52 minutos y 21 segundos, cuando el sol y la luna se separaron definitivamente… hasta la próxima ocasión, es decir, hasta el próximo siglo.
Habrá otros encuentros, nuevas citas se sumarán a la historia del milenario romance de los astros, pero los habitantes de Huajuapan, la Tierra del Sol ya no seremos testigos de ellos… hasta que hayamos rebasado el año 2000 y estemos viviendo el tercer milenio.
– Francisco Círigo
* El 11 de julio de 1991 Huajuapan fue sede de observación del último gran eclipse del siglo XX y del segundo milenio. El fenómeno inició a las 11 horas con 59 minutos y 25 segundos y concluyó a las 14 horas con 52 minutos y 21 segundos. Su fase total tuvo una duración de 5 minutos con 58 segundos.
Huajuapan se ubica en la zona final de observación del eclipse en la República Mexicana, por lo que más de 60 integrantes del Taller de Astronomía Carta del Cielo, A. C., encabezados por Alberto León y Rafael López Vélez, permanecieron en esta ciudad durante cuatro días para estudiar el fenómeno. Este fue el último eclipse total de sol visible en México y el más largo de la segunda mitad del siglo XX.
Durante este fenómeno el sol registró su nivel de actividad más alto desde el siglo XV, lo que permitió conocer con mayor precisión el diámetro solar, estudiar su corona, determinar algunas coordenadas terrestres y realizar estudios sobre los aspectos magnéticos y climatológicos de las relaciones sol-tierra.
El eclipse más espectacular observado en territorio oaxaqueño había sido el de 1970, cuyo principal punto de observación fue Miahuatlán de Porfirio Díaz.
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