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EDITORIAL. Cuando las redes sociales ya no son tan benditas

17 de junio. Hace una semana, el viernes 10 de junio, Daniel Picazo fue golpeado salvajemente y quemado vivo por una turba enardecida en Papatlazolco, localidad perteneciente al municipio de Huauchinango, Puebla.

El joven abogado de 31 años de edad era asesor de la Cámara de Diputados y había acudido a la zona para pasar el fin de semana en la casa que heredó de su abuelo en la junta auxiliar Colonia Hidalgo, cercana al lugar donde fue privado de la vida. Su único “delito” fue encontrarse en el lugar y el momento equivocados.

Por el asesinato de Daniel (hay que decirlo con todas sus letras) hay siete personas detenidas y probablemente en los próximos días haya más, pero eso no le devolverá la vida.

Como ha ocurrido en otros casos, todo tuvo su origen en noticias falsas difundidas de manera anónima en redes sociales y replicadas por personas de buena fe, quienes creyendo hacer un bien contribuyeron a que se cometiera un asesinato incalificable.

Días antes de los hechos, en Papatlazolco se compartió a través de WhatsApp un audio en el que se pedía a los padres de familia que tuvieran cuidado con sus hijos porque supuestamente habían robado a un niño para extraerle los órganos.

A pesar de que el origen del audio era desconocido, de que hablaba de Ocosingo, un municipio chiapaneco ubicado a más de mil kilómetros de distancia, de que nadie presentó una denuncia y de que la Policía Municipal realizó recorridos en la localidad sin encontrar nada anormal, eso bastó para que la sicosis se adueñara del pueblo, y al ver un vehículo desconocido se desencadenara la tragedia.

No es la primera vez que esto ocurre en el estado de Puebla y en otras entidades del país; en un alto porcentaje, los linchamientos tienen exactamente el mismo patrón: una turba enardecida por noticias falsas que asesina a personas generalmente inocentes.

Así ocurrió en el año 2015 en Ajalpan, en la zona de Tehuacán, donde dos jóvenes fueron quemados porque alguien escuchó que eran “secuestradores” en lugar de “encuestadores”. Así ocurrió tres años después en Acatlán de Osorio, donde un hombre y su sobrino también fueron quemados vivos porque a “alguien” se le hicieron sospechosos por estar tomando una cerveza en una tienda cercana a una escuela.

Las redes sociales son herramientas tecnológicas muy útiles y eficaces, pero cuando a través de ellas se difunden mensajes o noticias falsas que siembran pánico en la población y la hacen propensa a cometer o a participar en crímenes como los mencionados, se vuelven extremadamente peligrosas; en cuestión de minutos destruyen honras, reputaciones, y en muchos casos vidas humanas.

La utilidad de las herramientas tecnológicas radica en su uso responsable y en saber filtrar la información que se recibe a través de ellas. Si bien en los últimos años las redes sociales han adquirido gran relevancia, no pueden equipararse a los medios tradicionales, porque la radio, la televisión, la prensa (impresa o digital) son fuentes identificables que tienen una persona física o moral que es responsable de lo que se difunde; se rigen por leyes y son sancionadas cuando las infringen. Las redes sociales no están sujetas a ningún tipo de control, por lo que cualquier persona oculta en un perfil falso puede decir lo que quiera de quien quiera, difamar, calumniar e incluso incitar al delito sin temor a un castigo.

Es verdad que pueden ser un instrumento muy eficaz para comunicar, para fortalecer a las empresas, a los comercios a los prestadores de servicios y a los emprendedores, e incluso contribuir a formar una conciencia crítica; pero cuando son manejadas irresponsablemente, o cuando los usuarios no filtran, no analizan y no racionalizan la información, se vuelven verdaderas armas letales porque convierten a las personas de bien en instrumentos de una venganza irracional -que generalmente se ejerce contra inocentes- y en protagonistas de actos de verdadera barbarie. Es entonces cuando las redes sociales dejan de ser “benditas”.

Por eso es importante que antes de tomar en consideración una información de las redes sociales, verifiquemos que provenga de una fuente confiable y, sobre todo, la analicemos a la luz del sentido común.

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