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EDITORIAL. ¡Ni una más!

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06 de noviembre. “¡Ni una más!” se ha convertido en una consigna que día a día se hace más común escuchar en marchas, actos de protesta o redes sociales, ante las agresiones, desapariciones o asesinatos de mujeres.

Y es que en las últimas semanas la violencia por razón de género ha golpeado severamente y cambiado la vida de varias familias de Huajuapan, de la entidad y del país.

En respuesta a la violencia, la desaparición de mujeres, los feminicidios y la trata de personas, se han creado numerosos colectivos feministas que exigen a las autoridades de los tres órdenes de gobierno poner a estos delitos.

Huajuapan no escapa a esta realidad: entre los casos más relevantes destacan, por sus características, el ataque con ácido contra la saxofonista María Elena Ríos y la desaparición de la estudiante Joselyn Alejandra Vargas Ortiz.

A estos se han sumado en fechas recientes el asesinato de A.A.H., una mujer de 34 años de edad, registrado en la agencia Santa Teresa el 31 de octubre de este año, y la desaparición de Zayra Leticia Morales Loyola, ocurrida el 23 de octubre en Santa María Xochixtlapilco.

Aunque los padres de Zayra Leticia han externado su confianza en que las autoridades puedan localizar a la joven, en una marcha realizada este miércoles también exigieron acciones eficaces para erradicar cualquier tipo de violencia contra las mujeres.

Asimismo, algunos colectivos feministas como “Marea Verde” e “Hijas de la Luna” realizaron una marcha y colocaron un altar en esta ciudad, con motivo del Día de Muertos, para exigir justicia por las mujeres asesinadas y desaparecidas.

Más allá del tema mediático, lo importante es que las autoridades escuchen y atiendan la exigencia de las familias de las víctimas, y las investigaciones relativas a delitos contra las mujeres, den resultados, se haga justicia y se acabe con la impunidad en este tema.

Pero la erradicación de la violencia sólo será posible si en el seno de los hogares se generan acciones de carácter educativo y preventivo, como la comunicación entre padres e hijas, la creación de un clima de confianza para hablar abiertamente de todos los temas, para alertarlas de los riesgos que pueden enfrentar en la calle y en las redes sociales, y para otorgarles su apoyo ante cualquier situación que enfrenten y que atente contra su integridad o su dignidad como mujeres.

Es indispensable también que en las familias y en las instituciones educativas se construya una cultura de respeto hacia las mujeres y se fortalezcan los valores, para erradicar la anticultura machista y misógina que aún prevalece, y que paradójicamente es fomentada incluso por las madres de familia.

El grito de “¡Ni una más!” no debe quedar simplemente en una consigna para gritarse en las manifestaciones, sino traducirse en acciones concretas que desde el hogar, la escuela, los centros de trabajo y la vía pública generen un verdadero cambio social en este tema.

Por supuesto que las instituciones encargadas de la procuración e impartición de justicia juegan un papel muy importante en este aspecto, pero no menos importante es que sociedad y gobierno nos enfoquemos a propiciar un cambio de fondo, a fortalecer la cultura del respeto y la legalidad, para aspirar realmente a que las desapariciones, la violencia contra las mujeres y los feminicidios dejen de ser, como lo son hoy, parte de nuestra realidad cotidiana.

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