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EDITORIAL. Es tiempo de que “nos caiga el veinte”

SRI-8

24 de julio. Llegó lo inevitable a Oaxaca, ante el rumbo que el COVID-19 ha tomado en la entidad: cuando parecía que, a jalones y estirones, pero habíamos logrado avanzar un poco, en tan sólo una semana retrocedimos en el semáforo, al pasar del naranja al rojo.

Cuando parecía que empezábamos a volver a la normalidad, la contundencia de las cifras de contagios y de muertes nos obligó a volver a lo que parecía que había quedado atrás.

Este retroceso ha traído como consecuencia que tanto las autoridades estatales como las municipales hayan reimplantado las restricciones que estuvieron vigentes hasta una semana antes, e incluso hayan establecido algunas más estrictas.

Lamentablemente, haber soportado tres meses de confinamiento social, grandes pérdidas económicas y severos trastornos emocionales, al final del día no ha servido de nada, no valió la pena porque en sólo una semana echamos todo abajo.

La incredulidad, el hartazgo, el cansancio, la depresión y el temor nos condujeron por el camino equivocado: el de la desobediencia a las medidas preventivas y a las restricciones impuestas por las autoridades sanitarias.

Ante el retorno al semáforo rojo, autoridades y ciudadanos se culpan mutuamente: las autoridades responsabilizan a los ciudadanos por no quedarse en casa, por desobedecer, e incluso burlar las recomendaciones sanitarias. Los ciudadanos, a su vez, culpan a las autoridades federales, estatales y municipales por no haber actuado de manera oportuna, por tomar decisiones equivocadas, por no apuntalar la economía, y por no predicar con el ejemplo en temas tan elementales como el uso del cubrebocas.

Como lo mencionamos en un editorial anterior, ambos tienen razón, al menos en parte, pero a estas alturas en nada ayuda el reparto de culpas. Lo hecho, hecho está, y no podemos volver el tiempo atrás; lo que sí podemos hacer, autoridades y ciudadanos, es aprender de nuestros errores y omisiones.

Lo cierto es que hubo fallas de una y otra parte, y que hemos tenido que regresar al punto de partida.

Desafortunadamente hemos caído en un círculo vicioso por causas entendibles, e incluso justificables: el prolongado aislamiento y la afectación a la economía de las empresas, principalmente las micro, pequeñas y medianas, así como de las familias, ha obligado a muchas personas a salir nuevamente a la calle y reanudar sus actividades cotidianas, lo que ha traído como consecuencia el incremento en el número de contagios, y esto a su vez que tengamos que volver al encierro y a la paralización de las actividades económicas.

Y no hay vuelta de hoja: no hay otra manera de romper este círculo vicioso que la del confinamiento y la adopción estricta de las medidas sanitarias: a mayor movilidad, mayor número de contagios y de muertes, y a mayor número de contagios y de muertes, más y mayores restricciones; y así en un cuento de nunca acabar.

Si muchos países han logrado reducir a su mínima expresión los contagios y los decesos ha sido porque las autoridades tomaron decisiones de manera oportuna y porque los ciudadanos obedecieron las disposiciones sanitarias, ya sea por convicción u obligados por las sanciones impuestas por las autoridades.

Desafortunadamente en México aún existe un gran número de personas que se niega a acatar disposiciones tan sencillas como el uso del cubrebocas.

Es cierto que mucha, muchísima gente, está harta del encierro y desesperada por su situación económica, y es entendible; pero si realmente deseamos volver a la normalidad, no hay otro camino que el confinamiento y el uso del cubrebocas. Si no lo hacemos y nos precipitamos en el intento de reanudar las actividades económicas, lo único que lograremos es prolongar el encierro y las afectaciones económicas, sociales, educativas y emocionales. Desgraciadamente, no hay de otra.

Si nos ganan las prisas y la desesperación, corremos el riesgo de recibir el año 2021 en pleno confinamiento, con muchos más miles de contagiados y de muertos, y sin haber podido alcanzar el tan ansiado semáforo verde.

Es tiempo de que autoridades y ciudadanos asumamos la responsabilidad que nos corresponde; pero sobre todo, de que cada uno de los ciudadanos entienda que es el principal responsable de cuidar su salud, la de los integrantes de su familia y la de los seres queridos.

Es tiempo de que nos “caiga el veinte” de una vez por todas. ¿Será mucho pedir?

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